Los egipcios, hace 4,500 años, dejaron escrito:

«El estómago constituye la desembocadura del corazón, el órgano donde se localizan el pensamiento y el sentimiento”.

Actualmente, esta información ha tenido mucha relevancia, ya que se ha llegado a llamar el estómago nuestro segundo cerebro. Los científicos señalan que el tubo digestivo está cubierto por más de 100 millones de células nerviosas, casi igualando la cifra existente en la médula espinal.

Este segundo cerebro se conoce como Sistema Nervioso Entérico, y es en realidad una unidad anatómica única que abarca desde el esófago hasta el ano. Debido a la calta cantidad de estas células, es que se le llama segundo cerebro a nuestro estómago dotándolo así, de funciones relacionadas a las emociones y sentimientos.

Los padecimientos del estómago se relacionan con aspectos de la vida tanto materiales como afectivos. Nos indican que sentimos angustia o inseguridad. Cuando tenemos ansiedad por el porvenir, el ser humano suele pensar repetidamente en problemas que lo aquejan físicamente, como problemas económicos, judiciales, escolares, profesionales, entre otros. Esto desemboca en padecimientos mentales que se relacionan íntimamente con el estómago.

En ocasiones, nuestra cabeza intenta masticar lo que hemos vivido para poder superar el sentimiento o emoción que esta situación nos causa. Si la situación es demasiado fuerte para la razón, ésta intentará analizar y aceptar lo que hemos vivido.

Si en este punto, la situación que hemos vivido es demasiado pesada, a la comprensión o razonamiento le costará digerir la experiencia que vivimos, causando desconcierto, irritación, dolor, incertidumbre o miedo, y cuando a nuestra compresión se le dificulte desmenuzar la experiencia, esto afectará directamente en nuestro estómago.

LAS EMOCIONES RELACIONADAS CON UN ESTÓMAGO DÉBIL SON:

– La intolerancia: “Es demasiado para mí”, “No puede ser”, “No lo tolero o digiero”, “No es correcto, es injusto”.

– La irritación: “Me enfurece, me quema”, “¿Cómo pudo hacerme eso?” “He sido engañado”, “Me siento bruscamente invadido y dañado”, “Es un imbécil, lo odio.”

– La incertidumbre: “¿Qué pasará ahora?”, “¿Qué voy a hacer sin …?”, “¿Y si no se soluciona?” “¿Y si me peleo nuevamente?”, ¿Y si no resulta?

– El miedo: “Temo no poder controlarlo”, “No voy a poder con esto, me aterra”, “Todo esto es demasiado nuevo para mí”.

– Insuficiencia: “No tengo amor, admiración o aceptación suficiente de quien amo, no recibo el alimento afectivo que necesito”, “Necesito desesperadamente más atención, más amor”.

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